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Channel: Magüi Cabral escribe....
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Instantes: Fragmento de ese relato que tanto tiempo llevo queriendo escribir. Ya ha llegado, ya está aquí.

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La mujer despertó al alba, cuando el agudo llanto de su hijo se clavó en sus tímpanos, largo y fino como un alfiler: Tenía hambre. Lo dejó sollozar unos minutos para enseñarle que la vida nunca responde a nuestras necesidades a la primera; también lo hacía porque no era capaz de articular movimientos recién salida del sueño. Pegando la lengua al paladar, emitió un sonido -parecido al que utilizaba para que su marido dejara de roncar-, con la intención de tranquilizarlo: "tc,tc,tc-tc,tc,tc". El niño bajó la intensidad del sollozo para escucharla, pero no cesó en su reclamación. Bien se dice que “el que no llora, no mama”.

Al poco, la madre lo recogió de la cuna con una sola mano y se lo acercó al pecho. El crío cabeceó, débilmente sostenido por su cuello, buscando el pezón, persiguiéndolo con el olfato como cualquier cachorro, arrastrando su diminuta boca sobre la redonda superficie sin conseguir resultado por sí mismo. De nuevo, la madre lo dejó tantear aún a sabiendas de que sería en vano: de esa forma aprendería que nada en la vida se recibe gratis, todo hay que pelearlo.


Cuando le pareció que el pequeño cuello de su hijo no aguantaría más y dejaría caer la cabecita, la recogió con su mano y la llevó hacia su pezón rebosante de leche, apretó los dientes para no sentir eso que ella llamaba “pellizco” -el agudo dolor del enganche-, inspiró profundamente y dejó de respirar unos segundos. Después, expiró sobre su hijo el aire caliente. Una vez que empezaba a mamar, dejaba de doler. Se enderezó para mirarlo.

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